¿Por qué necesitamos una nueva línea de investigación sobre el envejecimiento?

Atención médica, pobreza, equidad social y acceso a la información: los grandes temas para comprender a nuestra población mayor de 60 años

En América Latina y el Caribe, la población mayor de 60 años crece como el atardecer en el trópico: lenta pero inevitablemente, tiñéndolo todo de nuevos matices. Mientras los relojes sociales avanzan, parece que nuestras investigaciones se han quedado atascadas en el tic-tac de un paradigma estrecho: el biomédico. Reducir el envejecimiento a una cuestión de salud física es como intentar explicar un tango solo con pasos de baile, ignorando la música, la historia y el drama que lo habita.

Hoy más que nunca, se impone la necesidad de abrir una nueva línea de investigación interdisciplinaria que mire la vejez como lo que es: un mosaico complejo de realidades económicas, sociales, culturales y emocionales. No se trata solo de estudiar cuerpos que envejecen, sino vidas que se transforman. Y, sobre todo, de hacerlo con una lupa ética: con enfoque de derechos, de género, de territorio.

Porque, al final, envejecer no es una patología. Es, si se lo permite, una forma distinta de habitar el mundo.

Imagen de Peggychoucair en Pixabay

1. Atención médica: entre la escasez y la deshumanización

Los sistemas de salud de la región enfrentan una paradoja desconcertante: mientras más personas mayores hay, menos preparados estamos para atenderlas. Es como si el barco siguiera navegando sin timón justo cuando la tormenta se aproxima.

La escasez de profesionales con formación en geriatría y gerontología es solo la punta del iceberg. En zonas rurales o marginadas, el acceso a servicios médicos es tan irregular como las señales de celular en la selva. Y cuando la atención llega, muchas veces lo hace desde una lógica mecanicista: medicamentos sí, escucha empática no; diagnósticos rápidos sí, tiempo para el acompañamiento no.

Necesitamos investigar cómo humanizar esa atención, cómo entrenar al personal médico para ver personas antes que pacientes, historias antes que síntomas. ¿Qué significa cuidar en la vejez cuando los cuerpos duelen, pero también las memorias?

2. Pobreza en la vejez: la soledad de los invisibles

Más del 30% de las personas mayores en América Latina viven en condiciones de pobreza o vulnerabilidad económica, según la CEPAL. No es una cifra: es una herida social.

Muchos envejecen sin pensiones dignas, dependiendo de familiares que a veces ya no están, o de trabajos informales que el cuerpo ya no puede sostener. La vejez, lejos de ser un descanso merecido, se convierte entonces en una carrera de obstáculos sin línea de meta.

Una investigación seria sobre el envejecimiento debe preguntarse cómo se vive la pobreza a los 70, a los 80, a los 90. ¿Qué implica ser mujer, afrodescendiente, indígena o vivir en la periferia cuando se envejece? Porque no todas las vejeces duelen igual, y la desigualdad también envejece con nosotros.

3. Equidad social: la dignidad como derecho, no como premio

Envejecer con dignidad debería ser tan obvio como respirar. Pero en muchos países de la región, aún es un lujo. La vivienda adecuada, el transporte público accesible, el acceso a la cultura, el ocio o la participación política son derechos convertidos en espejismos.

El edadismo —ese sutil veneno que convierte a los mayores en estorbos— persiste en discursos, leyes y miradas. La discriminación por edad limita la autonomía, el deseo, la creatividad. Y lo hace con la crueldad de lo silencioso: sin hacer ruido, pero dejando cicatrices.

Necesitamos una investigación que desmonte estos prejuicios, que proponga marcos legales con perspectiva intergeneracional, y que se inspire en iniciativas como la «Década del Envejecimiento Saludable» de la OMS, que no es solo una consigna, sino un llamado a rediseñar las ciudades, las políticas y los afectos.

4. Brecha digital: navegar en la niebla del siglo XXI

En un mundo donde todo —hasta la jubilación— parece pasar por una app, la exclusión digital se vuelve otra forma de marginación.

Las personas mayores quedan al margen no solo por falta de habilidades, sino por diseños tecnológicos que asumen que todos nacimos deslizando pantallas. A veces, incluso pedir una cita médica se convierte en una odisea digna de Ulises, pero sin Penélope ni Ítaca.

Estudiar la alfabetización digital en la vejez no es un capricho moderno: es una urgencia democrática. ¿Cómo garantizar el acceso a la información, a la educación continua, a los espacios de participación ciudadana? ¿Cómo devolverles la brújula en este océano digital sin mapa?

Más que una etapa, una oportunidad para repensarlo todo

Impulsar una línea de investigación integral sobre el envejecimiento no es solo una cuestión académica. Es una apuesta política, ética y cultural. Es reconocer que la vejez no es el final del relato, sino una etapa que merece ser contada con más matices, menos estereotipos y mucha más ternura.

Es pasar de una mirada asistencialista —que ve a los mayores como un problema a resolver— a una mirada integradora, que los entiende como fuente de memoria, de experiencia y, por qué no, de futuro.

Después de todo, la pregunta no es por qué investigar el envejecimiento, sino cómo hemos tardado tanto en hacerlo con la profundidad que merece.